jueves, 18 de agosto de 2011

No ha parado de llover

Cuando Lupita Santos puso pie en tierra y bajó del taxi, no imaginó el ventarrón de desastre que la recibiría esa noche que recién caía. Hacía muchas horas que había partido a la ciudad a un salón decente para arreglarse para el matrimonio de Susanita Domínguez. Pensó que con un buen batido, disimularía la realidad alarmante de su cráneo cada vez más desprovisto de cabellos. Ya había decidido dormir sentada para no echar a perder el peinado y no dejaba de pensar, fastidiada, que solamente a la antipática de Susanita se le ocurría venir a casarse a las ocho de la mañana y encima en Domingo. Cuando llegó tuvo que esperar su turno y fue entonces que notó a través de la ventana que había empezado a llover. No le prestó atención y distraída ojeó unas revistas, hasta que le indicaron que era el momento de empezar con ella. En eso estaba Juan, el que prefería que le dijeran Margot,  cuando una gota imprudente que cayó desde el techo y se depositó en la frondosa cabellera que él se esmeraba tanto en arreglar, los puso sobre alerta. La lluvia, inocente al principio se había convertido en un rumor sostenido y bravío allá afuera. Entonces Juan, Margot, apuró los últimos detalles, la despidió con un beso en cada mejilla y cerró la chingana. Cuando Lupita salió, protegiéndose con una de las revistas del local y subió al taxi aún no imaginaba lo grave de la situación, fue recién cuando bajó en el pórtico de la casa que cayó en cuenta que la lluvia se había convertido en ríos de agua rugiente y furiosa llevándoselo todo a su paso. Encontró a Rosenda, su hermana menor llorando, intentando sacar en vano el agua a baldazos, desesperada y fuera de control quien la puso al tanto: ¡El agua, se lo está llevando todo, la casa es una piscina, las cosas se echaron a perder, todo es agua, todo! …¿Qué te hiciste en la cabeza?!..Y siguió con lo suyo, sin dejar de llorar. A esas alturas estaba claro, se trataba de un desastre natural, un fenómeno de esos que habían venido anunciando por la radio pero al que nadie le había prestado atención. Esas cosas no ocurrían allí. No obstante, estaba ocurriendo y fue allí mismo, antes de que Lupita diera un paso adentro, que un frío glaciar se apoderó de ella. Si el agua se llevaba todo, con seguridad removería la tierra del jardín cubierto de flores y dejaría a la vista lo que ella con tanto esmero había enterrado meses atrás. Caminó como poseída entre las aguas lodosas que le cubrían las rodillas y en el dintel hacia el patio interior vio con espanto que del jardín no quedaba nada y pensó que después de todo, en buena hora vino a caer esa lluvia infernal que se habría de llevar la mano del faltoso que se atrevió a tocarla en ese callejón oscuro sin su permiso.

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